Este artículo tiene dos partes: la primera visita de una pianista talentosa que nos llega muy tarde en su carrera, heredera de una tradición extraordinaria: la de su maestro Artur Rubinstein. Y dos instancias de buena música de cámara con renovado repertorio.
DUBRAVKA TOMSIC SREBOTNJAK
Lo confieso, este nombre y apellidos tan eslavos me eran desconocidos y me extrañó que figuraran en el costoso y deslumbrante abono del Colón, Grandes Intérpretes Internacionales, que se inició con la Orquesta Filarmónica de Viena dirigida por Gustavo Dudamel y luego de la artista que comento incluirá el debut argentino de Anna Netrebko y los retornos de Bryn Terfel y Juan Diego Flórez. Fui al concierto con extrañeza y volví a mi domicilio feliz de haber conocido a una artista de primera línea, aunque no tuve el placer de ver sus manos tocando (estuve en localidad par). Aclaro que el teclado de mi computadora no incluye los circunflejos al revés que necesitan nombres y apellidos de muchos países europeos; en este caso lo tienen la s y la c de Tomcic. También es necesario informar que Tomsic es su apellido de soltera, pero ella decidió añadir el de su marido durante décadas, el compositor Alojz Srebotnjak (1931-2010), de quien estrenó en este recital sus “Danzas macedonias”, todo lo cual revela que para ella esa relación fue y es esencial; para los latinos no resulta fácil recordar ese doble apellido.
Niña prodigio, a los cinco años dio su primer recital; ahora, según una información que no figura en la biografía del programa, tendría 78 años, lo cual convierte a su carrera en una de las más longevas. Nacida en Eslovenia, a los 12 años se mudó a New York, ingresó en la célebre Juilliard School y se graduó a los 17. Al escucharla en el Carnegie Hall en 1957, Rubinstein la invitó a estudiar con él. De allí en más ofreció 4.000 recitales en todos los continentes; pero la frase “desde 1989 es invitada a actuar en Estados Unidos” desconcierta ya que implica que durante un tiempo largo no lo hizo. Aparentemente fueron muchos los años en donde se radicó en su país de origen, ya que también Srebotnjak era esloveno, y quizá durante un período extenso sus recitales fueron en otras zonas. Recordar que Eslovenia fue parte de Yugoslavia hasta que se independizó (visité la capital, Ljubljana, en 1961, cuando el Mariscal Tito estaba en el poder, y me impresionó como una ciudad bella, con similitudes vienesas, y con una Ópera de buen nivel, donde ví el “Macbeth” de Verdi en esloveno). Dice la biografía: “desde 1987 ha registrado más de 90 CDs” (¡!); en mi catálogo RER del año 2000 sólo figuran dos Koch: Mozart, Sonatas, Vol. 1; y Beethoven, Sonatas Nos. 23, 26 y 31. “El recital en el Colón es su primera presentación en América del Sur”. Lamento haberla desconocida hasta ahora, y enhorabuena que finalmente nos llegó, ya que su recital la mostró en forma admirable, digna discípula del gran Rubinstein, de quien tengo recuerdos inolvidables por conciertos en Washington y París (éste acompañado por Barenboim como director, tocando el Primer Concierto de Brahms a los 85 años con impactante seguridad y soberbio estilo).
Inició su recital vespertino con 5 sonatas de Domenico Scarlatti; ¡5 entre 555! Durante décadas rigió el catálogo Longo, hasta que el gran clavecinista Ralph Kirkpatrick realizó uno más preciso, y es el que ahora se utiliza (Kk). (Además hay 14 no publicadas). Tomsic, pese a que su veteranía implica que las conoció por Longo, se “aggiornó” correctamente y las presentó con sus números Kk. Ignoro cuántas conoce de ese inmenso legado; como supongo aconteció con grandes pianistas del pasado que dejaron grabaciones espléndidas (Maria Tipo, Clara Haskil, Vladimir Horowitz), habrá elegido sobre la base de mucho menos que esas 555 y según su gusto personal. Naturalmente fueron escritas para clave, en el Barroco tardío, ya que Scarlatti las escribió en su gran mayoría en Madrid entre 1733 y 1757, el año de su muerte a los 72 años. Las llamó “esercizi” y en su inmensa mayoría están escritas en forma binaria (dos partes que se repiten) y suelen no pasar de los 5 minutos. Conozco algo más de un centenar, combinando las que tengo en clave o en piano, y me atraen de igual manera en ambos instrumentos, pese a ser tan distintos en su estética: en el clave son más ásperas y contundentes, en el piano tienen matices muy atractivos. Pasa como en Bach pero de modo más marcado. Y cuando la escritura aprovecha los dos teclados del clave ello complica la ejecución pianística. El primero en intentar la grabación completa fue el clavecinista Fernando Valenti en Westminster y tengo 6 de esos discos (12 x 6, 72 sonatas), pero no pudo completar el proyecto debido a la lamentable quiebra de Westminster, una de las mejores y más prolíficas marcas en vinilo en los años 50 y 60. Mucho después, y en CD, dos artistas lograron esa proeza: Scott Ross y Luciano Sgrizzi; intenté en vano conseguirlos; en su tipo el emprendimiento es tan enorme como la integral de las cantatas bachianas. Ningún pianista se planteó ese desafío. Hay una plétora de grabaciones de una selección además de los ya mencionados: por sólo citar nombres básicos, Landowska, Leonhardt y Pinnock en clave; Schiff, Staier, Benedetti Michelangeli, Casadesus, M. Meyer. Mis modelos en recitales que pude escuchar fue Maria Tipo, de excepcional claridad y exactitud, en Buenos Aires; y Casadesus y Gileles en Washington; en clave, Valenti en nuestra ciudad. Y me gustaron mucho las pianísticas de Zacharias filmadas en La Alhambra por Cozarinsky. Como se ve, soy muy scarlattiano; y nuevamente tuve gran placer en apreciar en vivo su música tan imaginativa y fresca, esta vez en manos de Tomsic, que tocó con precisión, gusto y dominio 5 bien elegidas y contrastantes, y sólo una muy tocada: Kk 9 (Longo 413) en re menor; las restantes: Kk 11, 159, 14 y 125 (el programa erróneamente ponía K., lo que confunde con Köchel, el catálogo mozartiano)., fueron un reguero de ideas musicales estimulantes.
Por lo citado más arriba, se ve que Tomsic tiene un enorme repertorio; el CD de Beethoven mencionado contiene sonatas fundamentales; también lo es la justamente célebre Sonata Nº21, “Waldstein” o “Aurora”. Demanda agilidad, coordinación, variedad de fraseo, inteligente manejo del pedal, toucher poético en partes y rotundo en otras, así como expresividad en el movimiento lento; todo esto se pudo apreciar en una versión de gran nivel y firmeza, que demostró que a su alta edad Tomsic mantiene sus muy amplios medios. Por supuesto me recordó a Rubinstein, ¿y qué mejor referencia puede haber? Claro está que cualquier melómano tiene grandes recuerdos de ejecuciones en vivo de esta sonata; los míos son Gulda, Barenboim, Arrau; o menos perfectos pero muy expresivos, R. Serkin o Richter-Haaser; o las extraordinarias grabaciones de Backhaus y Brendel. Pero siempre habrá lugar para una ejecución de categoría, y ésta lo fue; “un 8.000”, como diría un escalador de los Himalayas.
Tontamente el programa no puso los necesarios y tradicionales I y II, pero sí, hubo intervalo tras la “Waldstein”; y la Segunda Parte se inició con el tributo de la intérprete a su marido: la primera audición (no consignada como tal) de las “Danzas macedonias” de Srebotnjak (1931-2010). Cito el útil comentario de Carlos Singer (bienvenida su presencia tras prolongado hiato): “importante compositor y educador musical. Su catálogo comprende música orquestal (Sinfonietta, Conciertos para arpa y para violín, Episodios concertantes), vocal, de cámara, coral, instrumental, el ballet ´La trompeta y el Diablo´, así como partituras para una decena de películas; buena parte de su producción se inspira en melodías tradicionales eslovenas y macedonias. Las ´Danzas Macedonias´ de 1975 son elaboradas transcripciones de danzas folklóricas con un lenguaje que posee fuerte afinidad con el de Bartók”. Conviene aclarar que Macedonia, ahora independiente, fue parte de la Yugoslavia unida de la época de Tito, y que es el complemento histórico de la Macedonia griega, cuna de Alejandro el Grande. Así como Bartók estudió y grabó música folklórica rumana y búlgara y luego utilizó parte de lo investigado en obras suyas, lo hizo Srebotnjak con la macedónica, bastante distinta de la de Eslovenia y emparentada con la Macedonia griega aunque manteniendo aspectos propios, derivados también del hecho de compartir tradiciones con Montenegro. La Macedonia ex yugoslava (que significa “eslavos del Sur”) es una comarca de espléndidos paisajes dominados por el Lago Ohrid y linda con Grecia, Albania, Kosovo, Serbia y Bulgaria; su capital es Skopje. Si bien en Macedonia se comparten tradiciones de la danza kolo con otras repúblicas de la ex Yugoslavia, hay maneras distintas. Instrumentos: el tapan, tambor de dos membranas; como todavía vive en Macedonia gente de origen turco y gitanos, ellos usan el darbuk de una membrana; en las ciudades utilizan un tipo de laúd llamado oot; tienen oboes llamados zurnas. Danzas: todas se bailan en grupo en los países de la ex Yugoslavia. Generalmente en los pueblos sólo bailan los jóvenes; hasta hace medio siglo, a las musulmanas en Macedonia no se les permitía bailar (no olvidar que hubo dominación musulmana en toda la ex Yugoslavia durante más de tres siglos después de la caída del Imperio bizantino); pero fuera de las musulmanas, las mujeres, como en la Macedonia Griega, bailaban de manera recatada, a diferencia del fogoso baile masculino. No hay danzas guerreras, pero sí cómicas, rituales, de casamiento; las que predominan son eróticas, con el hombre cortejando y la mujer aceptando o rechazando. Claro está que la modernidad hace que quede cada vez menos de todo esto, y por eso es importante que en todos los países haya ballets folklóricos que conserven las tradiciones o al menos las recuerden en ciertas fiestas. Las danzas de Srebotnjak me parecieron muy logradas; tres de ellas rápidas, intensas, rústicas, con acordes disonantes y ritmos saltarines; la Segunda, un Andante en cinco secciones contrastadas; y la Cuarta, Adagio, alternando “pasajes de tintes fúnebres con violentas erupciones” (Singer). Naturalmente, esta música estuvo en las manos más fieles y por analogía indica que Tomsic también se siente cómoda en lenguajes más contemporáneos.
Casi por supuesto, la parte final fue dedicada a Chopin, donde el faro conductor por excelencia era y es Rubinstein. Nada nuevo puedo decir en cuanto a las obras, que se encuentran entre las más bellas y auténticas del autor. El programa omitió datos útiles: había que aclarar que la Balada Op.47 es la Nº 3 y que los Nocturnos Op.27 Nos. 1 y 2 son Nos. 7 y 8. El programa concluyó con el Scherzo Nº2, Op.31. En efecto, la Balada Nº3, como dice Singer, es la más lírica y menos turbulenta de la serie; la pianista la reflejó con ese noble y profundo toucher donde cada nota cuenta; más allá de algún pequeño detalle imperfecto, el fraseo poético y el pedal impecable siempre estuvieron. Los Nocturnos Op.27 no están entre los más tocados y me interesaron especialmente; el primero porque su clima grave y sombrío fue captado idealmente, y el segundo porque es de los más melódicos y ella lo expresó con sutileza y gusto refinado. Y en el Scherzo Nº2 supo atenerse al Presto sin correr en demasía (como les pasa a tantos pianistas jóvenes en estas piezas; hasta el talentosísimo Lisiecki se equivocó de enfoque); fulgor y energía, sí, pero sin desbocarse; y nuevamente algún casi imperceptible desliz no afectó el placer de la escucha.
Dos piezas fuera de programa. La primera es un Liszt favorito mío: el estudio “La Leggierezza”, Nº2 de “3 estudios de concierto”, tiene una melodía de armonía innovadora, y la ligereza posterior fue en manos de Tomsic de una perlada perfección y de gran encanto. Finalizó con un tributo al gusto del período del siglo XX previo a la Segunda Guerra Mundial: los arreglos ostentosos y exagerados del Barroco realizados por Busoni; pero el que tocó al menos le permitió mostrar su habilidad para contestar una catarata fortissimo con otra pianissimo segundos después. Me quedo con el Busoni auténtico de su Fantasía contrapuntística. Pero en última instancia lo que importa es que tuvimos la presencia de una admirable pianista que era justicia conocer. Y el testimonio de cómo una técnica y un estilo de verdadera solidez pueden mantenerse (si la salud ayuda) en etapas tardías de la vida mediando la vocación y la energía.
CÁMARA INTERESANTE.
El Salón Anasagasti del Jockey Club (entrada por Cerrito) ha sido durante décadas un lugar muy grato para dar conferencias y conciertos de cámara; mi mujer y yo, p.ej., hicimos allí el paralelo Picasso-Stravinsky con diapos y grabaciones. El ciclo de conciertos es muy variado y alterna entre la música clásica y la buena música popular, en manos de dos amigos míos de larga data: Norberto Padilla y José María Cantilo. Me interesó un programa del Cuarteto Petrus con la pianista Natalia Gozález Figueroa porque (casi con total seguridad) asistí a la primera audición en nuestra ciudad del Quinteto con piano en sol menor, op.49, de Enrique Granados. Hay al menos dos grabaciones pero no las conozco: Rajna y Cuarteto Alberni (CRD) y Ensemble Variable (CPO). Al parecer estuvo un tiempo extraviado, ya que no figura en el Diccionario Grove de mi edición de hace medio siglo. Suscinto y breve(18 minutos), en tres movimientos, está técnicamente bien escrito y resulta agradable, aunque de poco ambiente español; y me pareció que el piano no tiene mucho lucimiento.
El concierto fue presentado por Padilla y por el primer violín del Petrus, Pablo Saraví, y pese a que se pìdió que no aplaudieran entre movimientos, muchos lo hicieron…(de paso, es regla en el Jockey: saco y corbata). El Petrus es un notable cuarteto, integrado además por Hernán Briático (violín II), Adrián Felizia (viola) y Gloria Pankaeva (violoncelo). Fue valioso iniciar la velada con el Adagio y fuga en do menor, K.546, de Mozart, cabal expresión del compositor en su total madurez, cuando había asimilado con entusiasmo las enseñanzas contrapuntísticas de Bach; es música austera, intensa y dramática. Y los artistas la llevaron a cabo con toda solvencia. Los escuché en otras ocasiones en el bien conocido y magnífico Cuarteto Nº6, Op.96, “Americano”, de Dvorak, música comunicativa, romántica, habilísima; lo hacen muy bien, con una natural compenetración de instrumentistas de ley. Y sin patrón comparativo, creo que también ellos y la pianista cumplieron a conciencia con su misión de permitirnos escuchar este Granados camarístico.
En el Salón Dorado del Colón se inició una serie denominada Claude Debussy Esencial de cámara, Homenaje a 100 años del fallecimiento de Claude Debussy, y al parecer lo armó la pianista Anaïs Crestin, que intervino y lo presentó. Tal como disponen las sillas no se ve nada, sólo se escucha; ¿es tan difícil hacer el esfuerzo de colocarlas con suficiente desfasaje para que se pueda ver y no sólo escuchar? Es poco inteligente. Al menos en este primer programa, lo de “esencial” sobra, más bien se estiró mediante arreglos lo que hay instrumental de Debussy para llegar a cuatro programas, pero los siguientes serán más sustanciosos. Y vale la pena continuar yendo. En esta ocasión los artistas fueron muy satisfactorios: Crestin, Matías Villafañe (violoncelo), Julio Domínguez (violín) y Emiliano Barri (saxofón) estudiaron a fondo las obras y las presentaron con segura técnica, musicalidad y afinidad con el estilo, que en este programa varió entre lo incipiente y lo ya asentado. Pero creo que hubiera sido mejor dar tres programas y no rellenar.
El programa se inició con un breve “Romance” massenetiano original para piano y transcripto por Gretchaninov para violoncelo y piano. Hay una “Romance” a secas pero la que se tocó parece ser la Romance “Silence ineffable” (con texto de Paul Bourget, grabada por Gedda y Ciccolini en su original y por Piatigorsky y Pavlovsky en la transcripción; data de 1884, los 22 años del compositor). Para los mismos instrumentos, pero sin transcripción, un Nocturno y Scherzo que duró 5 minutos; fue redescubierto en los años 80; me extrañó que hubiera poca diferencia de carácter y rapidez entre los dos fragmentos; no lo conocía. Es de 1882, inédito en vída del autor; lo grabó Rostropovich con Dedyukhin. Luego, la Rêverie para piano de 1990 se escuchó en una transcripción para violín y piano no especificada (me figuran grabadas varias transcripciones para distintos instrumentos, pero ninguna para esta combinación). El célebre preludio “Minstrels” (Libro 1º, Nº12) se escuchó en arreglo de Alberto Bachmann para violín y piano y me resultó poco satisfactorio. Otro Preludio, el delicioso “La doncella de cabellos de lino” (Libro 1º, Nº8), se escuchó en violín y piano, transcripción correcta de Léon Roques (aunque las grabadas por eminentes violinistas son las de Hartmann y Heifetz). Se escucha raramente la Rapsodia para saxofón y orquesta de 1901, revisada en 1908 y es una lástima, ya que resulta una pieza imaginativa bien del estilo maduro debussyano y el saxofón es un muy atrayente instrumento demasiado poco utilizado por los compositores académicos; en este caso Roger-Ducasse colaboró en la orquestación. Me pareció atinada la reducción para saxofón y piano de Vincent David; no pude cotejar pero la palabra “reducción”, no “transcripción”, parece significar que tiene cortes con respecto al original; y no encontré grabación. Por último, una sorpresa para mí, el Trío para violín, violoncelo y piano en Sol mayor, escrito a los 17 años pero descubierto en los años 80; si bien figura como “Primer Trío” en grabaciones recientes, no hubo segundo. Es una obra simpática, de cuatro movimientos tradicionales, dura 22 minutos y nada hay en ella del impresionismo posterior. Es la creación de un estudiante talentoso. Insólitamente, está grabada no menos de 8 veces; con Debussy sucede lo mismo que con otros grandes clásicos, se graba absolutamente todo lo que compuso y no destruyó. Señal de que hasta a un crítico veterano se le escapan muchas liebres. El mundo de la música académica es gigantesco y jamás se conoce a fondo. Eso es lo fascinante: uno sigue aprendiendo día a día.
El Teatro de la Zarzuela de Madrid repone "Perdida en el Bosco". Se trata de una oportunidad para que los pequeños (el día de autos tenían entre 6 y 7 años aproximadamente), tras el extraordinario éxito de la pasada temporada, en la que más de 1.200 niños y mayores “tomaron” el Ambigú del histórico recinto del Teatro de la Zarzuela, vean la reposición de ‘Perdida en el Bosco’.
Por Siempre Coloneros, que ha logrado bajo la dirección de Ricardo Mandel cumplir 5 años en Facebook con un muy amplio seguimiento de su abundantísima información ilustrada con fotos y que por cierto va mucho más allá del Colón, decidió conmemorar esa fecha con un concierto muy variado en el CCK.
Vuelve Turandot al Teatro Real luego de 20 años de ausencia, con una nueva producción firmada por uno de los directores importantes de los siglos XX y XXI: Robert Wilson, creador de producciones como TheLife and Death of Marina Abramovic y Pelléas et Mélisande. Irene Theorin, como Turandot (reemplazando a Nina Stemme, que se dio de baja por enfermedad justificada) y Yolanda Auyanet, como Liù y el director musical asociado del Teatro Real, Nicola Luisotti, que dirige uno de los grandes títulos del repertorio italiano.
La principal función de MusicaClasicaBA es fomentar la interacción entre músicos, agentes del sector público y privado y el público en general, permitiendo afianzar los lazos culturales y artísticos de nuestra región.
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titleUn Mágico sueño de marionetas y música medieval para el público infantil (y no tanto) en Madrid.
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categoryReseñas
short_descEl Teatro de la Zarzuela de Madrid repone "Perdida en el Bosco". Se trata de una oportunidad para que los pequeños (el día de autos tenían entre 6 y 7 años aproximadamente), tras el extraordinario éxito de la pasada temporada, en la que más de 1.200 niños y mayores “tomaron” el Ambigú del histórico recinto del Teatro de la Zarzuela, vean la reposición de ‘Perdida en el Bosco’.
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<p style="text-align:center"><span style="font-size:16px"><strong><span style="color:#000000"><span style="font-family:verdana,geneva,sans-serif">Se trata de una oportunidad para que los pequeños (el día de autos tenían entre 6 y 7 años aproximadamente), tras el extraordinario éxito de la pasada temporada, en la que más de 1.200 niños y mayores “tomaron” el Ambigú del histórico recinto del Teatro de la Zarzuela, vean la reposición de ‘Perdida en el Bosco’.</span></span></strong></span></p>
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<p style="text-align:justify"><strong><span style="color:#000000"><span style="font-size:14px"><span style="font-family:verdana,geneva,sans-serif">Por Alicia Perris.</span></span></span></strong></p>
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<p style="text-align:justify"><span style="color:#000000"><span style="font-size:14px"><span style="font-family:verdana,geneva,sans-serif">Es una deliciosa y etérea historia infantil, con títeres, con animales, con instrumentos de época y explicaciones sobre el tratamiento de ellos y de la música tradicional poco frecuentada. Los niños tienen al final, la oportunidad de establecer un diálogo con los actores- músicos, en un clima cercano, distendido, sentados sobre una alfombra muy mullida roja y almohadones a juego,todos ellos laureados con una gran zeta blanca: la reconocible marca de la casa.</span></span></span></p>
<p style="text-align:justify"><span style="color:#000000"><span style="font-size:14px"><span style="font-family:verdana,geneva,sans-serif">El famoso Ambigú de La Zarzuela es un espacio de usos múltiples, donde a ratos, y según la ocasión, se toma una copa entre los actos de las funciones vespertinas, se realiza una presentación a la prensa o un espectáculo con formato ad hoc y a diferentes horas de una jornada, llena de cosas, como es habitual en esta institución pública de la capital madrileña.</span></span></span></p>
<p style="text-align:justify"><span style="color:#000000"><span style="font-size:14px"><span style="font-family:verdana,geneva,sans-serif">“Perdida en el Bosco” serán 12 funciones -diez escolares y dos abiertas- del 14 al 20 de enero, las escolares (del 14 al 18 de enero) y dos abiertas al público familiar: sábado 19 y domingo 20 de enero, ambas a las 13h00. Todas ellas en el Ambigú del coliseo, para espectadores a partir de 6 años. Es una coproducción entre el Teatro y la compañía hispano-canadiense Claroscuro, y está firmado por Julie Vachon y Francisco de Paula Sánchez.</span></span></span></p>
<p style="text-align:justify"><span style="color:#000000"><span style="font-size:14px"><span style="font-family:verdana,geneva,sans-serif">La historia, cuyos personajes cobran vida gracias a unos asombrosos títeres, se desarrolla a lomos de una música también muy peculiar: Cantigas de Alfonso X el Sabio, Codex Calixtinus o Llibre Vermell de Montserrat, y otras composiciones medievales, interpretadas en directo por Sara Marina y Emilio Villalba, que también participan como “ángeles”, todos con trajes de época, sencillos y funcionales, en esta fantasía.</span></span></span></p>
<p style="text-align:justify"><span style="color:#000000"><span style="font-size:14px"><span style="font-family:verdana,geneva,sans-serif">Como aseguran todos los que acompañan los proyectos colectivos del teatro (técnicos, auxiliares de sala, músicos, gestores, prensa, entre otros, )”desde que Daniel Bianco asumiera la dirección del Teatro de la Zarzuela, tanto niños como jóvenes son objetivo prioritario en el proyecto artístico y educativo de La Zarzuela. El propósito es que este público aún sin prejuicios, poco a poco adquiera el hábito de recrearse en el alma misma de nuestro patrimonio musical y teatral, sin apenas esfuerzo, utilizando la diversión inteligente como vía de aprendizaje”.</span></span></span></p>
<p style="text-align:justify"><span style="color:#000000"><span style="font-size:14px"><span style="font-family:verdana,geneva,sans-serif">La temática de la obra y la naturaleza de sus personajes hablan a los más pequeños, entre otros muchos valores y de forma directa, del respeto a la diversidad en su sentido más amplio. Y lo hace a través de unas asombrosas y originales marionetas que van desarrollando la historia entretejida con música medieval: Cantigas de Alfonso X el Sabio, Codex Calixtinus o Llibre Vermell de Montserrat, que interpretan en vivo Sara Marina y Emilio Villalba, quienes también participan como “ángeles” en esta fantasía.</span></span></span></p>
<p style="text-align:justify"><span style="color:#000000"><span style="font-size:14px"><span style="font-family:verdana,geneva,sans-serif">Dejar de ser adulto en ocasiones, ofrece unas oportunidades enormes: volver a sentir sin cortapisas, al natural, disfrutar por la piel y los meros sentidos, libre, sin que, necesariamente, todo pase por un proceso de elaboración cognitiva más o menos erudita o apriorística, la de la escucha domesticada, razonada, entrenada por horas y horas de estudio en conservatorio o de audiciones, muy regladas y canónicas en las salas de conciertos. El mundo musical de los mayores cultos, en fin…</span></span></span></p>
<p style="text-align:justify"><span style="color:#000000"><span style="font-size:14px"><span style="font-family:verdana,geneva,sans-serif">Los maestros acompañantes pudieron disfrutar también de una relación diferente con sus alumnos, habitualmente recluidos en clases con un aprendizaje por materias, bastante más codificado, interminable. El personal presente de La Zarzuela, distendido como nunca, sonreía viendo cómo los pequeños se asombraban, comentaban la obra, aplaudían o se asustaban por las peripecias del cuento. Puro Bruno Bettelheim (“Psicoanálisis de los cuentos de hadas”, Grijalbo, Crítica.), ya se sabe.</span></span></span></p>
<p style="text-align:justify"><span style="color:#000000"><span style="font-size:14px"><span style="font-family:verdana,geneva,sans-serif">Personalmente disfruté como una más, sentada en un sillón maravilloso de terciopelo rojo dispuesto para la ocasión, privilegiada autora de esta reseña y relatora y testigo encantada del encuentro, como una reinona maga rezagada, de vuelta a la infancia.</span></span></span></p>
<p style="text-align:justify"> </p>
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<hr />
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<p>Teatro de La Zarzuela. Madrid, 14 de enero de 2019., 11.30 horas</p>
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description<p style="text-align: center;"><img alt="" src="/src/media/images/Agenda/49165566_1936595456461959_5398192404039729152_n.jpg" style="height:400px; width:800px" /></p>
<p style="text-align: center;"> </p>
<p style="text-align: justify;"><span style="color:#000000"><span style="font-size:14px"><span style="font-family:verdana,geneva,sans-serif">Paradoja: por un lado la gente joven generalmente conoce una plétora de innovaciones que muchos octogenarios (me incluyo) ignoran: Smart phone, Instagram, What´sApp, celulares avanzados y un amplio etcétera. Por otro esa gente suele desconocer el cine mudo, los discos de pasta, los vinilos clásicos (hay una manía reciente por vinilos rockeros carísimos), las cintas de carrete doble, los cassettes, y desgraciadamente dejan los CDs y DVDs para sumergirse en You Tube o en Streaming. Pero debo reconocer que a mí el Internet me salvó cuando murió el Buenos Aires Herald; ahora me leen en castellano y en Internet ad honorem en vez de en inglés y con honorario, pero a mí lo que me vale es continuar activo tras 53 años de crítica y mi trayectoria es reconocida por las instituciones que me dan entradas de periodista. Además puedo escribir largo cuando me parece justo hacerlo, no tengo las graves limitaciones del periodista de diario en cuanto a espacio. Y además de mi blog, que ya existía (tribunamusical.com.ar), me publican el Foro de Ayache, MusicaClasicaBA y…Por Siempre Coloneros, que ha logrado bajo la dirección de Ricardo Mandel cumplir 5 años en Facebook con un muy amplio seguimiento de su abundantísima información ilustrada con fotos y que por cierto va mucho más allá del Colón.</span></span></span></p>
<p style="text-align: justify;"><span style="color:#000000"><span style="font-size:14px"><span style="font-family:verdana,geneva,sans-serif"> Y bien, Mandel decidió conmemorar esa fecha con un concierto muy variado en la Ballena; pero sucedió que la fecha original debió ser cancelada debido a disturbios callejeros cercanos al CCK. Menos mal que pudieron darle otra fecha, pero claro está que hubo que reprogramar ya que varios artistas ya no estaban disponibles. Tuvo lugar el 23 de Noviembre pero en la Sala Argentina con un público entusiasta que obviamente aprecia la tarea de Por Siempre Coloneros, que entre otras virtudes tiene la de no censurar. La Primera Parte fue dedicada a música instrumental y su programación fue variada, buscando música no trillada y texturas no habituales. Por cierto que es totalmente inusual escuchar un cuarteto de clarinetes, y por ende el Cuarteto de Pierre Max Dubois, en varios breves movimientos, grato y muy profesional, logró que un crítico de más de cinco décadas de trabajo escuchara algo nuevo. Dubois, que también escribió un cuarteto para saxofones, nació en 1930 y su música es tonal, liviana y muy francesa. La tocó el Cuarteto de Clarinetes Filarmónico, naturalmente liderado por ese gran virtuoso que es Mariano Rey e integrado por los otros clarinetes (incluso bajo y requinto) de la Filarmónica: Eloy Fernández Rojas, Alberto Calvo y Sebastián Tozzola; todos tocaron muy bien. Las otras dos piezas fueron arreglos bien hechos de piezas de Debussy para piano: el célebre “Claro de luna” de la “Suite Bergamasque”, que sonó muy bien de esta manera, y una pieza favorita mía, “El negrito”, cuyos ritmos se parecen mucho al “Golliwogg´s Cakewalk” de “El rincón de los niños”, y cuyo carácter semi-jazzístico fue hábilmente captado por los ejecutantes.</span></span></span></p>
<p style="text-align: justify;"><span style="color:#000000"><span style="font-size:14px"><span style="font-family:verdana,geneva,sans-serif"> La breve Sonata en un solo movimiento para violín y piano de Enrique Granados se escucha raramente; si bien se lo conoce por su música pianística, escribió otras obras de cámara (un Trío, un Quinteto para piano y cuerdas) cuidadosas de la forma y de carácter menos español que sus famosas “Goyescas”. Esta Sonata insiste en un elemento melódico de fuerte ritmo y está bastante desarrollada. Alejandro Schaikis, primer atril de segundos violines de la Sinfónica Nacional, estuvo acompañado por Mónica Zubczuk; encontré al violinista algo tenso en pasajes agudos aunque generalmente correcto y a la pianista muy segura resolviendo una rica escritura pianística.</span></span></span></p>
<p style="text-align: justify;"><span style="color:#000000"><span style="font-size:14px"><span style="font-family:verdana,geneva,sans-serif"> Conozco la adaptación para flauta y piano de la Sonata para violín y piano de César Franck y me parece bastante lograda, aunque prefiero el original (también hay un arreglo para violoncelo y piano); pero el programa hubiera debido aclarar que sólo se tocaron los últimos dos movimientos. Estuvieron en muy buenas manos: Amalia Pérez es una importante flautista (hija del notable pianista Fernando Pérez) y ya conocemos la calidad de Marcelo Balat; ambos son baluartes de la Sinfónica Nacional. </span></span></span></p>
<p style="text-align: justify;"><span style="color:#000000"><span style="font-size:14px"><span style="font-family:verdana,geneva,sans-serif"> El trompetista Fernando Ciancio, primer atril de la Filarmónica de Buenos Aires, ofreció con gran seguridad dos partituras escritas con real comprensión de las posibilidades de un instrumento atrayente y peligroso: el Andante y Allegro del muy eficaz Guy Ropartz (yo como tantos otros estudiantes luché tratando de vencer sus ejercicios muy bien concebidos de educación auditiva…y no siempre lo logré) y el arduo Estudio de concierto Op.49 de Alexander Goedicke, basado en la rápida repetición de figuras rítmicas; fue bien acompañado por Diana Lopszyc (originalmente para trompeta y orquesta, el autor, ruso, también escribió un Concierto para trompeta).</span></span></span></p>
<p style="text-align: justify;"><span style="color:#000000"><span style="font-size:14px"><span style="font-family:verdana,geneva,sans-serif"> La Segunda Parte fue dedicada a arias y conjuntos del repertorio lírico pero a diferencia de la Primera Parte no se salió del repertorio habitual. La soprano Mariana Carnovali afrontó con entereza la difícil “Sempre libera” de “La Traviata” verdiana; la voz es fresca y la coloratura estuvo bien resuelta. Siguió un fragmento del dúo “Mira, o Norma” (por supuesto de la “Norma” belliniana), con Carnovali y una mezzo nueva para mí, Mairin Rodríguez; las dos voces combinaron bien y cantaron con adecuado estilo. Luego, María Luisa Merino Ronda, mezzosoprano chilena radicada aquí, cantó la verista “Acerba voluttà” de “Adriana Lecouvreur” de Cilea aceptablemente pero sin el “slancio” (empuje) que esta música pasional requiere. Retorno a Verdi con “Rigoletto”; esa estupenda aria, “Cortigiani, vil razza dannata”, fue cantada con furor inicialmente y luego con súplica por el notable joven barítono Juan Font, cuyo fuerte temperamento y el color de su voz funcionan muy bien en personajes intensamente dramáticos, más allá de algún exceso. Y luego, el cuarteto “Bella figlia dell´amore”, tan dominado por el tenor, en este caso Gustavo López Manzitti, cuya poderosa voz se mantiene segura promediando la cincuentena, siempre afinado, aunque faltan matices. Los tres restantes completaron bien: Carnovali, Font y Rodríguez. Un rol donde López Manzitti se lució hace unos años fue Werther en la ópera de Massenet; prefiero un “Pourquoi me réveiller” con más notas piano pero la firmeza del canto es indudable; se añadió del último acto la escena final, cuando Werther, moribundo, se despide de Charlotte en “Ciel! Ai-je compris?”; allí el tenor estuvo muy expresivo y Merino Ronda más cómoda que en Cilea.</span></span></span></p>
<p style="text-align: justify;"><span style="color:#000000"><span style="font-size:14px"><span style="font-family:verdana,geneva,sans-serif"> De allí en más el carácter de las piezas elegidas cambió drásticamente. Otra mezzo, Maisa Videla, con inflexiones jazzísticas, cantó el célebre “Summertime” de “Porgy and Bess” de Gershwin adecuadamente aunque la pieza da para más en expresión y calidad de timbre. Luego un doble homenaje a Bernstein: “I feel pretty” (“Me siento linda”), de “West Side Story”, fue cantada por la mezzo Ana Sampedro con satisfactorio aire de puertorriqueña; y Constanza Díaz Falú acometió la ardua “Glitter and be gay” de “Candide”; la artista cantó Cunegonde en “Candide” completa recientemente, en el segundo reparto. Como la soprano alterna entre una alegría artificial y una melancolía marcada, el desafío interpretativo es grande; Díaz Falú es muy histriónica y dio hábilmente los dos temperamentos, pero fue incisiva en extremo en ciertos sobreagudos. Por último, varios fragmentos entrelazados del Segundo Acto de “El Murciélago” (“Die Fledermaus”) de Johann Strauss, música irresistible si se hace bien pero cuyo carácter tan vienés es complicado para nuestros artistas, que lo consiguieron a medias: Carnovali, Díaz Falú, López Manzitti, Font y Felipe Carelli.</span></span></span></p>
<p style="text-align: justify;"><span style="color:#000000"><span style="font-size:14px"><span style="font-family:verdana,geneva,sans-serif"> Eduviges Picone es buena conocedora del repertorio operístico y acompañó al piano con solvencia las óperas italianas y la francesa; en cambio se la sintió insegura no en Gershwin pero sí en Bernstein y Strauss. También ejerció la dirección musical.</span></span></span></p>
<p style="text-align: justify;"><span style="color:#000000"><span style="font-size:14px"><span style="font-family:verdana,geneva,sans-serif"> Presentó Martín Wullich con oficio y décadas de práctica.</span></span></span></p>
<p style="text-align: justify;"><span style="color:#000000"><span style="font-size:14px"><span style="font-family:verdana,geneva,sans-serif"> En suma, una celebración justa de un hecho valioso: los cinco años de Por siempre Coloneros; que en cinco más puedan festejar la década, siempre con Mandel.</span></span></span></p>
<p><span style="color:#000000"><span style="font-family:verdana,geneva,sans-serif"><span style="font-size:14px"><strong>Por Pablo Bardin.</strong></span></span></span></p>
titleUna Turandot majestuosa cierra el año en el Teatro Real de Madrid
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categoryReseñas
short_descVuelve Turandot al Teatro Real luego de 20 años de ausencia, con una nueva producción firmada por uno de los directores importantes de los siglos XX y XXI: Robert Wilson, creador de producciones como TheLife and Death of Marina Abramovic y Pelléas et Mélisande. Irene Theorin, como Turandot (reemplazando a Nina Stemme, que se dio de baja por enfermedad justificada) y Yolanda Auyanet, como Liù y el director musical asociado del Teatro Real, Nicola Luisotti, que dirige uno de los grandes títulos del repertorio italiano.
description<p style="text-align:center"><img alt="" src="/src/media/images/Agenda/turandot.jpg" style="height:449px; width:800px" /></p>
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<p style="text-align:center"><span style="font-family:verdana,geneva,sans-serif"><strong><span style="color:#000000"><span style="font-size:16px">Vuelve Turandot al Teatro Real luego de 20 años de ausencia, con una nueva producción firmada por uno de los directores importantes de los siglos XX y XXI: Robert Wilson, </span></span></strong></span></p>
<p style="text-align:center"><strong><span style="color:#000000"><span style="font-size:16px">creador de producciones como TheLife and Death of Marina Abramovic y Pelléas et Mélisande. </span></span></strong></p>
<p style="text-align:center"><span style="font-family:verdana,geneva,sans-serif"><strong><span style="color:#000000"><span style="font-size:16px">Irene Theorin, como Turandot (reemplazando a Nina Stemme, que se dio de baja por enfermedad justificada) y Yolanda Auyanet, como Liù y el director musical asociado del Teatro Real, Nicola Luisotti, que dirige uno de los grandes títulos del repertorio italiano.</span></span></strong></span></p>
</blockquote>
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<p style="text-align:justify"><strong><span style="color:#000000"><span style="font-size:14px"><span style="font-family:verdana,geneva,sans-serif">Por Alicia Perris.</span></span></span></strong></p>
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<p style="text-align:justify"><span style="color:#000000"><span style="font-size:14px"><span style="font-family:verdana,geneva,sans-serif">Así firmó Puccini, el maestro de Lucca, la que sería su última ópera, que dejó inconclusa. Basada en un poema épico persa del siglo XII, Turandot permitía al compositor adentrarse en un universo sonoro y temático muy rico y renovado. Como había ya conseguido con Madama Butterfly, regresa a los territorios del Oriente imaginado por el inconsciente colectivo, que tan bien se le había dado en su anterior obra sobre el Japón y el colonialismo político y de género.</span></span></span></p>
<p style="text-align:justify"><span style="color:#000000"><span style="font-size:14px"><span style="font-family:verdana,geneva,sans-serif">Pero esta vez el personaje femenino de Turandot, parece contraponerse a la figura evanescente y doblegada por el hombre de Butterfly, que tiene sin embargo su correlato en esta última producción pucciniana en Liù, admirable de abnegación, consecuente con su destino aciago y trágico hasta el final. Turandot, efectivamente, construye su forma de estar en el mundo desde una zona de confort imperial y femenina, donde lo que impera, para decirlo brevemente y en términos lacanianos, es el miedo al falo y el deseo de controlar las pulsiones y el comportamiento masculino.</span></span></span></p>
<p style="text-align:justify"><span style="color:#000000"><span style="font-size:14px"><span style="font-family:verdana,geneva,sans-serif">“El nombre Turandot proviene del persa que significa 'La hija del Turán'. Turán es una región de Asia Central que pertenecía al Imperio persa. El origen de la historia de Turandot se remonta al poema titulado Las siete bellezas o Las siete princesas, obra de Nezamí Ganyaví, uno de los grandes poetas épicos de la literatura persa. Este poema relata la historia de un príncipe persa de la época Sasánida, que tenía 7 princesas, cada una de ellas proveniente de un lugar distinto del imperio: Egipto, China, Rusia, Grecia, Turquía, India, Asia central. Una de estas princesas, de origen ruso, no encontraba ningún hombre que fuera digno de ella, y por eso se encerró en una fortaleza y declaró que se entregaría al hombre que la encontrara y pudiera resolver una serie de enigmas. Pero una vez resueltos los enigmas, debía pasar por su “puerta secreta guardada por misteriosas espadas que amenazan con decapitar al intrépido”.</span></span></span></p>
<p style="text-align:justify"><span style="color:#000000"><span style="font-size:14px"><span style="font-family:verdana,geneva,sans-serif">François de la Croix, un orientalista francés contemporáneo de AntoineGalland, traductor de Las mil y una noches, en una colección de cuentos llamada Los mil y un días, se hizo cargo de este relato. En esta obra se hace una transposición cultural de la princesa rusa original a una fría y cruel princesa china llamada “Turandokht”, para acentuar el carácter exótico de la historia. Desde ahí Carlo Gozzi, parece ser que creó una tragicomedia al estilo de la Comedia del arte, que luego fue recreada por el poeta alemán Friedrich Schiller. El texto de la ópera está basado en una traducción italiana de esta obra”.</span></span></span></p>
<p style="text-align:justify"><span style="color:#000000"><span style="font-size:14px"><span style="font-family:verdana,geneva,sans-serif">Turandot es una partitura con una exigencia máxima para el rendimiento de los cantantes. El segundo acto, por ejemplo, se inicia con la frase” In questareggia”, cuando Turandot explica la razón de su comportamiento. Musicalmente, esta parte exige sobreagudos a cargo de la soprano que, la hacen particularmente difícil. El tercer acto nos brinda una de las arias más conocidas para tenor, “Nessundorma”, inmortalizada por el llorado Pavarotti, que representa la victoria del amor sobre el odio, donde Calaf clama que nadie se duerma para descifrar el nombre del joven héroe.</span></span></span></p>
<p style="text-align:justify"><span style="color:#000000"><span style="font-size:14px"><span style="font-family:verdana,geneva,sans-serif">En la República Popular China estuvo mucho tiempo vetada la representación de Turandot, porque se consideró que menospreciaba a China y al pueblo chino. Como los tiempos cambian, en septiembre de 1998, finalmente se estrenó y estuvo durante ocho noches en la Ciudad Prohibida con opulentos escenarios y soldados del ejército como extras. Se trató de una producción internacional, cuya puesta en escena estuvo a cargo de Zhang Yimou, con el legendario ZubinMehta, como director musical. El protagonismo dramático-vocal recayó en Giovanna Casolla, como la Princesa Turandot; Sergei Larin, como Calaf; y BarbaraHendricks y BarbaraFrittoli, alternando en el papel de Liú. Nada menos.</span></span></span></p>
<p style="text-align:justify"><span style="color:#000000"><span style="font-size:14px"><span style="font-family:verdana,geneva,sans-serif">La apuesta escénica del Teatro Real en esta ocasión es majestuosa, sobria y suntuosa, logrando que el escenario de una sensación de amplitud verdaderamente regia. Los cantantes trabajan en una relativa comodidad espacial, salvo por los casos en que aparecen sobrevolando el escenario para crear dos espacios escénicos que tienen relación directa con la autoridad y el poder en el caso del viejo emperador y la princesa Turandot. Robert Wilson organiza muy bien la escena, la iluminación y la escenografía, sencilla pero no pobre, como suele ocurrir en algunas salas líricas en estos tiempos.</span></span></span></p>
<p style="text-align:justify"><span style="color:#000000"><span style="font-size:14px"><span style="font-family:verdana,geneva,sans-serif">El figurinista Jacques Reynaud hace unas creaciones vibrantes que rozanel cuento de hadas, o mejor, aquí, de terror, con un equipo de apoyo en un todo que funciona muy bien.El coro tiene una especial actuación en esta ópera, a diferencia de otras de Puccini, más recoletas, más íntimas. Andrés Máspero, el director argentino a cargo desde hace años de esta formación, consigue como siempre, una fluidez y una actuación destacables.</span></span></span></p>
<p style="text-align:justify"><span style="color:#000000"><span style="font-size:14px"><span style="font-family:verdana,geneva,sans-serif">Nicola Luisotti y colaboradores, conciertan con elegancia y entrega, aunque por momentos, la orquesta se desborda en volúmenes sonoros, debido a una partitura seguramente amplificada sobre todo en los metales y la percusión, un reto complicado de asumir por la acústica y el diseño de algunos teatros de ópera, aunque las voces sostienen con elegancia el desafío de los instrumentos a menudo en forte y a tuttaorchestra.</span></span></span></p>
<p style="text-align:justify"><span style="color:#000000"><span style="font-size:14px"><span style="font-family:verdana,geneva,sans-serif">De hecho, Turandot está concebida para una formación generosa:en principio, maderas: 3 flautas, 2 oboes, un corno inglés, 2 clarinetes en si bemol, un clarinete bajo, 2 fagotes, a contrafagot, y 2 saxofones altos en escena en mi bemol. Metales: 4 trompas en Fa, 3 trompetas en Fa, 3 trombones, un trombón contrabajo, 6 trompetas en el escenario en si bemol, 3 trombones y un trombón bajo en escena. La percusión es de verdad lujosa yde un caudal sorprendente, hipnótico, ya que hay timbales, címbalos, gong, un triángulo, una caja, un bombo, un gong, un glockenspiel, un xilofón, un xilófono bajo, campanas tubulares, entonadas con gongs chinos,? un bloque en escena y un gran gong además. En lo que respecta a los teclados, completan el todo una celesta, y un órgano y destacan en las cuerdas: 2 arpas, violines, violas, violonchelos, y contrabajos.</span></span></span></p>
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<p style="text-align:center"><span style="color:#000000"><span style="font-size:14px"><span style="font-family:verdana,geneva,sans-serif"><img alt="" src="/src/media/images/Agenda/Turandot%200826.jpg" style="height:532px; width:800px" /></span></span></span></p>
<p style="text-align:center"> </p>
<p style="text-align:justify"><span style="color:#000000"><span style="font-size:14px"><span style="font-family:verdana,geneva,sans-serif">La Turandot de Irene Theorin tiene una actuación dramática conseguida, aunque la voz, por momentos, sobre todo al principio, busca un lugar donde instalarse de forma clara, con graves excesivamente en piano y un registro agudo que se puede volver poco agradable, pero salva la parte de todas formas con holgura. Como anécdota, se podría agregar que esta soprano sueca experimentada, cantó Isolde en Buenos Aires, bajo la dirección de Daniel Barenboim.</span></span></span></p>
<p style="text-align:justify"><span style="color:#000000"><span style="font-size:14px"><span style="font-family:verdana,geneva,sans-serif">La excelente Liù de Yolanda Auyanet, la soprano canaria, llena de una luminosidad que trasciende lo vocal y comunica muy bien emociones y transparencia psicológica. Su </span></span></span><span style="color:rgb(0, 0, 0); font-family:verdana,geneva,sans-serif; font-size:14px">performance es bonita y dulce, enternecedora, sutil, como exige el personaje.</span></p>
<p style="text-align:justify"><span style="color:#000000"><span style="font-size:14px"><span style="font-family:verdana,geneva,sans-serif">Andrea Mastroni, bajo italiano que empezó como clarinetista, es un Timur experimentado, con excelentes posibilidades vocales que aquilata con sabiduría, como Raúl Giménez, un tenor lírico argentino que tiene una dilatada carrera internacional y es un especialista consumado además, en el repertorio belcantista y mozartiano. Compone un emperador Altoum donde transmite la fragilidad de la vejez y el dolor por compartir la familia con una hija tan poco afable y conciliadora.</span></span></span></p>
<p style="text-align:justify"><span style="color:#000000"><span style="font-size:14px"><span style="font-family:verdana,geneva,sans-serif">Finalmente siempre en los papeles protagonistas, el tenor nacido en Seúl Jae-Hyoung Kim, elabora un Calaf compacto, con un chorro de voz, que en ocasiones carece de toda la calidez necesaria, aunque, dadas las circunstancias dramáticas y argumentales, es difícil encontrarle el punto a un osado caballero que sabe que puede ser el siguiente en la lista de pretendientes reales en perder la cabeza. Tiene un instrumento fresco y sano y es muy seguro y firme en su despliegue vocal y teatral.</span></span></span></p>
<p style="text-align:justify"><span style="color:#000000"><span style="font-size:14px"><span style="font-family:verdana,geneva,sans-serif">No se puede escribir sino lo mejor de los tres personajes que comentan y completan el relato operístico, Joan Martín Royo (Ping), Vicenç Esteve (Pang) y Juan Antonio Sanabria bordan un trío de lujo cuyas voces y muy especialmente la actuación corporal, los eleva a una calidad muy especial dentro de este elenco bien dotado y eficiente.</span></span></span></p>
<p style="text-align:justify"><span style="color:#000000"><span style="font-size:14px"><span style="font-family:verdana,geneva,sans-serif">En roles que a veces se descartan, Gerardo Bullón es un ajustado mandarín, así como hay que recordar a los bailarines David Vento (el príncipe de Persia), El verdugo (de Antonio Carbonero y Álex Pastor) y las tres mujeres que despliegan Estíbaliz Barroso, Alicia Espinar y Eva Hageman.</span></span></span></p>
<p style="text-align:justify"><span style="color:#000000"><span style="font-size:14px"><span style="font-family:verdana,geneva,sans-serif">Y last but not least, los Pequeños Cantores de la Jorcam, al mando siempre de Ana González, que, a pesar de ser niños, consigue lo mejor de ellos con disciplina y trabajo, como el que pudiera realizar un plantel de cantantes adultos consumados.</span></span></span></p>
<p style="text-align:justify"><span style="color:#000000"><span style="font-size:14px"><span style="font-family:verdana,geneva,sans-serif">Todos los artistas y profesionales que produjeron y contribuyeron al éxito de esta obra, muy aplaudida por el público, que llenaba completamente la sala el día de esta reseña y otras funciones, dedicaron las representaciones a la memoria de la soprano catalana Montserrat Caballé, recientemente desaparecida. Y como relatora y cuentacuentos habitual, solo me queda desearles a todos los melómanos y los lectores de esta publicación, un esperanzado año 2019, lleno de empatía, paz y solidaridad. Que así sea.</span></span></span></p>
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<hr />
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<p style="text-align:justify"><span style="color:#000000"><span style="font-size:14px"><span style="font-family:verdana,geneva,sans-serif">Drama lírico en tres actos Con música de Giacomo Puccini (1858-1924), finalizada por Franco Alfano (1875-1954). Libreto de Giuseppe Adami y Renato Simoni, basado en la fábula homónima de Carlo Gozzi. Teatro Real de Madrid, 27 de diciembre de 2018.</span></span></span></p>
<p style="text-align:justify"><span style="color:#000000"><span style="font-size:14px"><span style="font-family:verdana,geneva,sans-serif">Estrenada en el Teatro allaScala de Milán, el 25 de abril de 1926 y en el Teatro Real el 14 de febrero de 1998. Nueva producción del Teatro Real, en coproducción con la Canadian Opera Company de Toronto y el Teatro Nacional de Lituania y la Houston Grand Opera.</span></span></span></p>
<p style="text-align:justify"><span style="color:#000000"><span style="font-size:14px"><span style="font-family:verdana,geneva,sans-serif">Coro y Orquesta Titulares del Teatro Real</span></span></span></p>
<p style="text-align:justify"><span style="color:#000000"><span style="font-size:14px"><span style="font-family:verdana,geneva,sans-serif">(Coro Intermezzo / Orquesta Sinfónica de Madrid)</span></span></span></p>
<p style="text-align:justify"><span style="color:#000000"><span style="font-size:14px"><span style="font-family:verdana,geneva,sans-serif">Pequeños Cantores de la JORCAM</span></span></span></p>
<p style="text-align:justify"><span style="color:#000000"><span style="font-size:14px"><span style="font-family:verdana,geneva,sans-serif"><strong>Ficha Artística</strong></span></span></span></p>
<p style="text-align:justify"><span style="color:#000000"><span style="font-size:14px"><span style="font-family:verdana,geneva,sans-serif">Dirección musical: Nicola Luisotti </span></span></span></p>
<p style="text-align:justify"><span style="color:#000000"><span style="font-size:14px"><span style="font-family:verdana,geneva,sans-serif">Dirección de escena, escenografía e iluminación: Robert Wilson </span></span></span></p>
<p style="text-align:justify"><span style="color:#000000"><span style="font-size:14px"><span style="font-family:verdana,geneva,sans-serif">Codirección de escena: Nicola Panzer </span></span></span></p>
<p style="text-align:justify"><span style="color:#000000"><span style="font-size:14px"><span style="font-family:verdana,geneva,sans-serif">Escenógrafa asociada: Stephanie Engeln </span></span></span></p>
<p style="text-align:justify"><span style="color:#000000"><span style="font-size:14px"><span style="font-family:verdana,geneva,sans-serif">Figurines: Jacques Reynaud </span></span></span></p>
<p style="text-align:justify"><span style="color:#000000"><span style="font-size:14px"><span style="font-family:verdana,geneva,sans-serif">Iluminador asociado: John Torres </span></span></span></p>
<p style="text-align:justify"><span style="color:#000000"><span style="font-size:14px"><span style="font-family:verdana,geneva,sans-serif">Caracterizaciones: Manu Halligan </span></span></span></p>
<p style="text-align:justify"><span style="color:#000000"><span style="font-size:14px"><span style="font-family:verdana,geneva,sans-serif">Vídeo: TomekJeziorski</span></span></span></p>
<p style="text-align:justify"><span style="color:#000000"><span style="font-size:14px"><span style="font-family:verdana,geneva,sans-serif">Dramaturgia: José Enrique Macián </span></span></span></p>
<p style="text-align:justify"><span style="color:#000000"><span style="font-size:14px"><span style="font-family:verdana,geneva,sans-serif">Dirección del coro: Andrés Máspero </span></span></span></p>
<p style="text-align:justify"><span style="color:#000000"><span style="font-size:14px"><span style="font-family:verdana,geneva,sans-serif">Dirección del coro de niños: Ana González </span></span></span></p>
<p style="text-align:justify"><span style="color:#000000"><span style="font-size:14px"><span style="font-family:verdana,geneva,sans-serif">Asistente del Director de Escena: Giovanni Firpo </span></span></span></p>
<p style="text-align:justify"><span style="color:#000000"><span style="font-size:14px"><span style="font-family:verdana,geneva,sans-serif">Asistente del figurinista: DavideBoni </span></span></span></p>
<p style="text-align:justify"><span style="color:#000000"><span style="font-size:14px"><span style="font-family:verdana,geneva,sans-serif">La princesa Turandot: Irene Theorin, soprano dramática </span></span></span></p>
<p style="text-align:justify"><span style="color:#000000"><span style="font-size:14px"><span style="font-family:verdana,geneva,sans-serif">El emperador Altoum: Raúl Giménez, tenor </span></span></span></p>
<p style="text-align:justify"><span style="color:#000000"><span style="font-size:14px"><span style="font-family:verdana,geneva,sans-serif">Timur: Andrea Mastroni, bajo </span></span></span></p>
<p style="text-align:justify"><span style="color:#000000"><span style="font-size:14px"><span style="font-family:verdana,geneva,sans-serif">Calaf: Jae-Hyoeung Kim, tenor lírico-spinto</span></span></span></p>
<p style="text-align:justify"><span style="color:#000000"><span style="font-size:14px"><span style="font-family:verdana,geneva,sans-serif">Liù: Yolanda Auyanet, soprano lírica </span></span></span></p>
<p style="text-align:justify"><span style="color:#000000"><span style="font-size:14px"><span style="font-family:verdana,geneva,sans-serif">Ping: Joan Martín-Royo (barítono)</span></span></span></p>
<p style="text-align:justify"><span style="color:#000000"><span style="font-size:14px"><span style="font-family:verdana,geneva,sans-serif">Pang: VicençEsteve ,tenor ligero </span></span></span></p>
<p style="text-align:justify"><span style="color:#000000"><span style="font-size:14px"><span style="font-family:verdana,geneva,sans-serif">Pong: Juan Antonio Sanabria, tenor ligero </span></span></span></p>
<p style="text-align:justify"><span style="color:#000000"><span style="font-size:14px"><span style="font-family:verdana,geneva,sans-serif">Un mandarín: Gerardo Bullón </span></span></span></p>
short_desc Este artículo tiene dos partes: la primera visita de una pianista talentosa que nos llega muy tarde en su carrera, heredera de una tradición extraordinaria: la de su maestro Artur Rubinstein. Y dos instancias de buena música de cámara con renovado repertorio.
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<p style="text-align:center"> <span style="color:#000000"><span style="font-size:16px"> <strong>Este artículo tiene dos partes: la primera visita de una pianista talentosa que nos llega muy tarde en su carrera, heredera de una tradición extraordinaria: la de su maestro Artur Rubinstein. Y dos instancias de buena música de cámara con renovado repertorio.</strong></span></span></p>
</blockquote>
<p style="text-align:center"> </p>
<p style="text-align:center"><iframe frameborder="0" height="315" src="https://www.youtube.com/embed/NLNFql9iEvY" width="560"></iframe></p>
<p style="text-align:center"> </p>
<p style="text-align:justify"><strong><span style="font-size:14px"><span style="color:#000000">DUBRAVKA TOMSIC SREBOTNJAK</span></span></strong></p>
<p style="text-align:justify"><span style="font-size:14px"><span style="color:#000000"> Lo confieso, este nombre y apellidos tan eslavos me eran desconocidos y me extrañó que figuraran en el costoso y deslumbrante abono del Colón, Grandes Intérpretes Internacionales, que se inició con la Orquesta Filarmónica de Viena dirigida por Gustavo Dudamel y luego de la artista que comento incluirá el debut argentino de Anna Netrebko y los retornos de Bryn Terfel y Juan Diego Flórez. Fui al concierto con extrañeza y volví a mi domicilio feliz de haber conocido a una artista de primera línea, aunque no tuve el placer de ver sus manos tocando (estuve en localidad par). Aclaro que el teclado de mi computadora no incluye los circunflejos al revés que necesitan nombres y apellidos de muchos países europeos; en este caso lo tienen la s y la c de Tomcic. También es necesario informar que Tomsic es su apellido de soltera, pero ella decidió añadir el de su marido durante décadas, el compositor Alojz Srebotnjak (1931-2010), de quien estrenó en este recital sus “Danzas macedonias”, todo lo cual revela que para ella esa relación fue y es esencial; para los latinos no resulta fácil recordar ese doble apellido.</span></span></p>
<p style="text-align:justify"><span style="font-size:14px"><span style="color:#000000"> Niña prodigio, a los cinco años dio su primer recital; ahora, según una información que no figura en la biografía del programa, tendría 78 años, lo cual convierte a su carrera en una de las más longevas. Nacida en Eslovenia, a los 12 años se mudó a New York, ingresó en la célebre Juilliard School y se graduó a los 17. Al escucharla en el Carnegie Hall en 1957, Rubinstein la invitó a estudiar con él. De allí en más ofreció 4.000 recitales en todos los continentes; pero la frase “desde 1989 es invitada a actuar en Estados Unidos” desconcierta ya que implica que durante un tiempo largo no lo hizo. Aparentemente fueron muchos los años en donde se radicó en su país de origen, ya que también Srebotnjak era esloveno, y quizá durante un período extenso sus recitales fueron en otras zonas. Recordar que Eslovenia fue parte de Yugoslavia hasta que se independizó (visité la capital, Ljubljana, en 1961, cuando el Mariscal Tito estaba en el poder, y me impresionó como una ciudad bella, con similitudes vienesas, y con una Ópera de buen nivel, donde ví el “Macbeth” de Verdi en esloveno). Dice la biografía: “desde 1987 ha registrado más de 90 CDs” (¡!); en mi catálogo RER del año 2000 sólo figuran dos Koch: Mozart, Sonatas, Vol. 1; y Beethoven, Sonatas Nos. 23, 26 y 31. “El recital en el Colón es su primera presentación en América del Sur”. Lamento haberla desconocida hasta ahora, y enhorabuena que finalmente nos llegó, ya que su recital la mostró en forma admirable, digna discípula del gran Rubinstein, de quien tengo recuerdos inolvidables por conciertos en Washington y París (éste acompañado por Barenboim como director, tocando el Primer Concierto de Brahms a los 85 años con impactante seguridad y soberbio estilo).</span></span></p>
<p style="text-align:justify"><span style="font-size:14px"><span style="color:#000000"> Inició su recital vespertino con 5 sonatas de Domenico Scarlatti; ¡5 entre 555! Durante décadas rigió el catálogo Longo, hasta que el gran clavecinista Ralph Kirkpatrick realizó uno más preciso, y es el que ahora se utiliza (Kk). (Además hay 14 no publicadas). Tomsic, pese a que su veteranía implica que las conoció por Longo, se “aggiornó” correctamente y las presentó con sus números Kk. Ignoro cuántas conoce de ese inmenso legado; como supongo aconteció con grandes pianistas del pasado que dejaron grabaciones espléndidas (Maria Tipo, Clara Haskil, Vladimir Horowitz), habrá elegido sobre la base de mucho menos que esas 555 y según su gusto personal. Naturalmente fueron escritas para clave, en el Barroco tardío, ya que Scarlatti las escribió en su gran mayoría en Madrid entre 1733 y 1757, el año de su muerte a los 72 años. Las llamó “esercizi” y en su inmensa mayoría están escritas en forma binaria (dos partes que se repiten) y suelen no pasar de los 5 minutos. Conozco algo más de un centenar, combinando las que tengo en clave o en piano, y me atraen de igual manera en ambos instrumentos, pese a ser tan distintos en su estética: en el clave son más ásperas y contundentes, en el piano tienen matices muy atractivos. Pasa como en Bach pero de modo más marcado. Y cuando la escritura aprovecha los dos teclados del clave ello complica la ejecución pianística. El primero en intentar la grabación completa fue el clavecinista Fernando Valenti en Westminster y tengo 6 de esos discos (12 x 6, 72 sonatas), pero no pudo completar el proyecto debido a la lamentable quiebra de Westminster, una de las mejores y más prolíficas marcas en vinilo en los años 50 y 60. Mucho después, y en CD, dos artistas lograron esa proeza: Scott Ross y Luciano Sgrizzi; intenté en vano conseguirlos; en su tipo el emprendimiento es tan enorme como la integral de las cantatas bachianas. Ningún pianista se planteó ese desafío. Hay una plétora de grabaciones de una selección además de los ya mencionados: por sólo citar nombres básicos, Landowska, Leonhardt y Pinnock en clave; Schiff, Staier, Benedetti Michelangeli, Casadesus, M. Meyer. Mis modelos en recitales que pude escuchar fue Maria Tipo, de excepcional claridad y exactitud, en Buenos Aires; y Casadesus y Gileles en Washington; en clave, Valenti en nuestra ciudad. Y me gustaron mucho las pianísticas de Zacharias filmadas en La Alhambra por Cozarinsky. Como se ve, soy muy scarlattiano; y nuevamente tuve gran placer en apreciar en vivo su música tan imaginativa y fresca, esta vez en manos de Tomsic, que tocó con precisión, gusto y dominio 5 bien elegidas y contrastantes, y sólo una muy tocada: Kk 9 (Longo 413) en re menor; las restantes: Kk 11, 159, 14 y 125 (el programa erróneamente ponía K., lo que confunde con Köchel, el catálogo mozartiano)., fueron un reguero de ideas musicales estimulantes.</span></span></p>
<p style="text-align:justify"><span style="font-size:14px"><span style="color:#000000"> Por lo citado más arriba, se ve que Tomsic tiene un enorme repertorio; el CD de Beethoven mencionado contiene sonatas fundamentales; también lo es la justamente célebre Sonata Nº21, “Waldstein” o “Aurora”. Demanda agilidad, coordinación, variedad de fraseo, inteligente manejo del pedal, toucher poético en partes y rotundo en otras, así como expresividad en el movimiento lento; todo esto se pudo apreciar en una versión de gran nivel y firmeza, que demostró que a su alta edad Tomsic mantiene sus muy amplios medios. Por supuesto me recordó a Rubinstein, ¿y qué mejor referencia puede haber? Claro está que cualquier melómano tiene grandes recuerdos de ejecuciones en vivo de esta sonata; los míos son Gulda, Barenboim, Arrau; o menos perfectos pero muy expresivos, R. Serkin o Richter-Haaser; o las extraordinarias grabaciones de Backhaus y Brendel. Pero siempre habrá lugar para una ejecución de categoría, y ésta lo fue; “un 8.000”, como diría un escalador de los Himalayas.</span></span></p>
<p style="text-align:justify"><span style="font-size:14px"><span style="color:#000000"> Tontamente el programa no puso los necesarios y tradicionales I y II, pero sí, hubo intervalo tras la “Waldstein”; y la Segunda Parte se inició con el tributo de la intérprete a su marido: la primera audición (no consignada como tal) de las “Danzas macedonias” de Srebotnjak (1931-2010). Cito el útil comentario de Carlos Singer (bienvenida su presencia tras prolongado hiato): “importante compositor y educador musical. Su catálogo comprende música orquestal (Sinfonietta, Conciertos para arpa y para violín, Episodios concertantes), vocal, de cámara, coral, instrumental, el ballet ´La trompeta y el Diablo´, así como partituras para una decena de películas; buena parte de su producción se inspira en melodías tradicionales eslovenas y macedonias. Las ´Danzas Macedonias´ de 1975 son elaboradas transcripciones de danzas folklóricas con un lenguaje que posee fuerte afinidad con el de Bartók”. Conviene aclarar que Macedonia, ahora independiente, fue parte de la Yugoslavia unida de la época de Tito, y que es el complemento histórico de la Macedonia griega, cuna de Alejandro el Grande. Así como Bartók estudió y grabó música folklórica rumana y búlgara y luego utilizó parte de lo investigado en obras suyas, lo hizo Srebotnjak con la macedónica, bastante distinta de la de Eslovenia y emparentada con la Macedonia griega aunque manteniendo aspectos propios, derivados también del hecho de compartir tradiciones con Montenegro. La Macedonia ex yugoslava (que significa “eslavos del Sur”) es una comarca de espléndidos paisajes dominados por el Lago Ohrid y linda con Grecia, Albania, Kosovo, Serbia y Bulgaria; su capital es Skopje. Si bien en Macedonia se comparten tradiciones de la danza kolo con otras repúblicas de la ex Yugoslavia, hay maneras distintas. Instrumentos: el tapan, tambor de dos membranas; como todavía vive en Macedonia gente de origen turco y gitanos, ellos usan el darbuk de una membrana; en las ciudades utilizan un tipo de laúd llamado oot; tienen oboes llamados zurnas. Danzas: todas se bailan en grupo en los países de la ex Yugoslavia. Generalmente en los pueblos sólo bailan los jóvenes; hasta hace medio siglo, a las musulmanas en Macedonia no se les permitía bailar (no olvidar que hubo dominación musulmana en toda la ex Yugoslavia durante más de tres siglos después de la caída del Imperio bizantino); pero fuera de las musulmanas, las mujeres, como en la Macedonia Griega, bailaban de manera recatada, a diferencia del fogoso baile masculino. No hay danzas guerreras, pero sí cómicas, rituales, de casamiento; las que predominan son eróticas, con el hombre cortejando y la mujer aceptando o rechazando. Claro está que la modernidad hace que quede cada vez menos de todo esto, y por eso es importante que en todos los países haya ballets folklóricos que conserven las tradiciones o al menos las recuerden en ciertas fiestas. Las danzas de Srebotnjak me parecieron muy logradas; tres de ellas rápidas, intensas, rústicas, con acordes disonantes y ritmos saltarines; la Segunda, un Andante en cinco secciones contrastadas; y la Cuarta, Adagio, alternando “pasajes de tintes fúnebres con violentas erupciones” (Singer). Naturalmente, esta música estuvo en las manos más fieles y por analogía indica que Tomsic también se siente cómoda en lenguajes más contemporáneos.</span></span></p>
<p style="text-align:justify"><span style="font-size:14px"><span style="color:#000000"> Casi por supuesto, la parte final fue dedicada a Chopin, donde el faro conductor por excelencia era y es Rubinstein. Nada nuevo puedo decir en cuanto a las obras, que se encuentran entre las más bellas y auténticas del autor. El programa omitió datos útiles: había que aclarar que la Balada Op.47 es la Nº 3 y que los Nocturnos Op.27 Nos. 1 y 2 son Nos. 7 y 8. El programa concluyó con el Scherzo Nº2, Op.31. En efecto, la Balada Nº3, como dice Singer, es la más lírica y menos turbulenta de la serie; la pianista la reflejó con ese noble y profundo toucher donde cada nota cuenta; más allá de algún pequeño detalle imperfecto, el fraseo poético y el pedal impecable siempre estuvieron. Los Nocturnos Op.27 no están entre los más tocados y me interesaron especialmente; el primero porque su clima grave y sombrío fue captado idealmente, y el segundo porque es de los más melódicos y ella lo expresó con sutileza y gusto refinado. Y en el Scherzo Nº2 supo atenerse al Presto sin correr en demasía (como les pasa a tantos pianistas jóvenes en estas piezas; hasta el talentosísimo Lisiecki se equivocó de enfoque); fulgor y energía, sí, pero sin desbocarse; y nuevamente algún casi imperceptible desliz no afectó el placer de la escucha.</span></span></p>
<p style="text-align:justify"><span style="font-size:14px"><span style="color:#000000"> Dos piezas fuera de programa. La primera es un Liszt favorito mío: el estudio “La Leggierezza”, Nº2 de “3 estudios de concierto”, tiene una melodía de armonía innovadora, y la ligereza posterior fue en manos de Tomsic de una perlada perfección y de gran encanto. Finalizó con un tributo al gusto del período del siglo XX previo a la Segunda Guerra Mundial: los arreglos ostentosos y exagerados del Barroco realizados por Busoni; pero el que tocó al menos le permitió mostrar su habilidad para contestar una catarata fortissimo con otra pianissimo segundos después. Me quedo con el Busoni auténtico de su Fantasía contrapuntística. Pero en última instancia lo que importa es que tuvimos la presencia de una admirable pianista que era justicia conocer. Y el testimonio de cómo una técnica y un estilo de verdadera solidez pueden mantenerse (si la salud ayuda) en etapas tardías de la vida mediando la vocación y la energía.</span></span></p>
<p style="text-align:justify"> </p>
<hr />
<p style="text-align:justify"> </p>
<p style="text-align:justify"><strong><span style="font-size:14px"><span style="color:#000000">CÁMARA INTERESANTE.</span></span></strong></p>
<p style="text-align:justify"> </p>
<p style="text-align:center"><strong><span style="font-size:14px"><span style="color:#000000"><img alt="" src="/src/media/images/Agenda/ntrus.jpg" style="height:480px; width:622px" /></span></span></strong></p>
<p style="text-align:justify"><span style="font-size:14px"><span style="color:#000000"> El Salón Anasagasti del Jockey Club (entrada por Cerrito) ha sido durante décadas un lugar muy grato para dar conferencias y conciertos de cámara; mi mujer y yo, p.ej., hicimos allí el paralelo Picasso-Stravinsky con diapos y grabaciones. El ciclo de conciertos es muy variado y alterna entre la música clásica y la buena música popular, en manos de dos amigos míos de larga data: Norberto Padilla y José María Cantilo. Me interesó un programa del Cuarteto Petrus con la pianista Natalia Gozález Figueroa porque (casi con total seguridad) asistí a la primera audición en nuestra ciudad del Quinteto con piano en sol menor, op.49, de Enrique Granados. Hay al menos dos grabaciones pero no las conozco: Rajna y Cuarteto Alberni (CRD) y Ensemble Variable (CPO). Al parecer estuvo un tiempo extraviado, ya que no figura en el Diccionario Grove de mi edición de hace medio siglo. Suscinto y breve(18 minutos), en tres movimientos, está técnicamente bien escrito y resulta agradable, aunque de poco ambiente español; y me pareció que el piano no tiene mucho lucimiento.</span></span></p>
<p style="text-align:justify"><span style="font-size:14px"><span style="color:#000000"> El concierto fue presentado por Padilla y por el primer violín del Petrus, Pablo Saraví, y pese a que se pìdió que no aplaudieran entre movimientos, muchos lo hicieron…(de paso, es regla en el Jockey: saco y corbata). El Petrus es un notable cuarteto, integrado además por Hernán Briático (violín II), Adrián Felizia (viola) y Gloria Pankaeva (violoncelo). Fue valioso iniciar la velada con el Adagio y fuga en do menor, K.546, de Mozart, cabal expresión del compositor en su total madurez, cuando había asimilado con entusiasmo las enseñanzas contrapuntísticas de Bach; es música austera, intensa y dramática. Y los artistas la llevaron a cabo con toda solvencia. Los escuché en otras ocasiones en el bien conocido y magnífico Cuarteto Nº6, Op.96, “Americano”, de Dvorak, música comunicativa, romántica, habilísima; lo hacen muy bien, con una natural compenetración de instrumentistas de ley. Y sin patrón comparativo, creo que también ellos y la pianista cumplieron a conciencia con su misión de permitirnos escuchar este Granados camarístico.</span></span></p>
<p style="text-align:justify"> </p>
<p style="text-align:center"><span style="font-size:14px"><span style="color:#000000"><img alt="" src="/src/media/images/Agenda/74968_68-2.jpg" style="height:388px; width:640px" /></span></span></p>
<p style="text-align:justify"><span style="font-size:14px"><span style="color:#000000"> En el Salón Dorado del Colón se inició una serie denominada Claude Debussy Esencial de cámara, Homenaje a 100 años del fallecimiento de Claude Debussy, y al parecer lo armó la pianista Anaïs Crestin, que intervino y lo presentó. Tal como disponen las sillas no se ve nada, sólo se escucha; ¿es tan difícil hacer el esfuerzo de colocarlas con suficiente desfasaje para que se pueda ver y no sólo escuchar? Es poco inteligente. Al menos en este primer programa, lo de “esencial” sobra, más bien se estiró mediante arreglos lo que hay instrumental de Debussy para llegar a cuatro programas, pero los siguientes serán más sustanciosos. Y vale la pena continuar yendo. En esta ocasión los artistas fueron muy satisfactorios: Crestin, Matías Villafañe (violoncelo), Julio Domínguez (violín) y Emiliano Barri (saxofón) estudiaron a fondo las obras y las presentaron con segura técnica, musicalidad y afinidad con el estilo, que en este programa varió entre lo incipiente y lo ya asentado. Pero creo que hubiera sido mejor dar tres programas y no rellenar.</span></span></p>
<p style="text-align:justify"><span style="font-size:14px"><span style="color:#000000"> El programa se inició con un breve “Romance” massenetiano original para piano y transcripto por Gretchaninov para violoncelo y piano. Hay una “Romance” a secas pero la que se tocó parece ser la Romance “Silence ineffable” (con texto de Paul Bourget, grabada por Gedda y Ciccolini en su original y por Piatigorsky y Pavlovsky en la transcripción; data de 1884, los 22 años del compositor). Para los mismos instrumentos, pero sin transcripción, un Nocturno y Scherzo que duró 5 minutos; fue redescubierto en los años 80; me extrañó que hubiera poca diferencia de carácter y rapidez entre los dos fragmentos; no lo conocía. Es de 1882, inédito en vída del autor; lo grabó Rostropovich con Dedyukhin. Luego, la Rêverie para piano de 1990 se escuchó en una transcripción para violín y piano no especificada (me figuran grabadas varias transcripciones para distintos instrumentos, pero ninguna para esta combinación). El célebre preludio “Minstrels” (Libro 1º, Nº12) se escuchó en arreglo de Alberto Bachmann para violín y piano y me resultó poco satisfactorio. Otro Preludio, el delicioso “La doncella de cabellos de lino” (Libro 1º, Nº8), se escuchó en violín y piano, transcripción correcta de Léon Roques (aunque las grabadas por eminentes violinistas son las de Hartmann y Heifetz). Se escucha raramente la Rapsodia para saxofón y orquesta de 1901, revisada en 1908 y es una lástima, ya que resulta una pieza imaginativa bien del estilo maduro debussyano y el saxofón es un muy atrayente instrumento demasiado poco utilizado por los compositores académicos; en este caso Roger-Ducasse colaboró en la orquestación. Me pareció atinada la reducción para saxofón y piano de Vincent David; no pude cotejar pero la palabra “reducción”, no “transcripción”, parece significar que tiene cortes con respecto al original; y no encontré grabación. Por último, una sorpresa para mí, el Trío para violín, violoncelo y piano en Sol mayor, escrito a los 17 años pero descubierto en los años 80; si bien figura como “Primer Trío” en grabaciones recientes, no hubo segundo. Es una obra simpática, de cuatro movimientos tradicionales, dura 22 minutos y nada hay en ella del impresionismo posterior. Es la creación de un estudiante talentoso. Insólitamente, está grabada no menos de 8 veces; con Debussy sucede lo mismo que con otros grandes clásicos, se graba absolutamente todo lo que compuso y no destruyó. Señal de que hasta a un crítico veterano se le escapan muchas liebres. El mundo de la música académica es gigantesco y jamás se conoce a fondo. Eso es lo fascinante: uno sigue aprendiendo día a día.</span></span></p>
<p style="text-align:justify"><strong><span style="font-size:14px"><span style="color:#000000">Pablo Bardin</span></span></strong></p>
<p style="text-align:justify"><span style="font-size:14px"><span style="color:#000000">PH portada: Arnaldo Colombaroli</span></span></p>
<p> </p>
description<p>Gestión de módulos en el Panel de Control</p>
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